lunes, 31 de mayo de 2010

Lamento colombiano II

Esta sí que es una tristeza. Hoy algo me pesa en serio por dentro. Mi único razonamiento a la distancia es que el miedo triunfó. No hubo ni siquiera opción para una alternativa medianamente moderada. Que, pese a los falsos positivos y a la ilegalidad de la incursión en territorio ecuatoriano, una mayoría haya optado por Santos, me llena, incluso para mi sorpresa, de pesar. Ganó el fin como justificación de cualquier medio, como leí en un comentario de una vieja conocida de infancia, de quien me separa no solo el tiempo transcurrido, sino un abismo ideológico.
Algunos, como ya me han dicho, afirmarán que mi percepción es causada por la distancia, que yo no vivo en Colombia y no conozco de primera mano qué es lo que pasa, que la seguridad mejoró.Seguramente se me escaparán muchas aristas de la realidad cotidiana colombiana.  Pero leo, eso sí. Y en lugar de esa mirada encandilada por hechos coyunturales, y bombardeos cotidianos de propaganda y contra propaganda mediática, veo un panorama de desplazados y asesinatos de quienes dan la cara por ellos; paramilitarismo que lejos de desaparecer, crece; de violencia urbana en ascenso; de corrupción; de campañas de espionaje, amenazas y amedrentamiento desde el DAS, con fundadas sospechas que apuntan a funcionarios cercanos a Uribe; de una guerrilla que si bien diezmada, sigue condicionando la vida de muchos colombianos; y no me refiero precisamente a quienes ahora pueden viajar a sus sitios de descanso y se lo agradecen eternamente a Uribe.
No creo que sea solo la distancia la que me hace ver el panorama oscuro. No soy la única que piensa así. Hay muchos que sí viven en Colombia y ven un panorama desolador como yo.  Y está esa otra mitad, que no necesariamente está en la antípoda de Uribe - los que no votaron a Santos-, pero quiere un mejor país, un país con ética y legalidad, un país con respeto.
Falta una segunda vuelta para definir al próximo presidente, pero la diferencia de resultados hoy fue tan contundente, que mi pesimismo, por ahora, es difícil de remontar.       

sábado, 29 de mayo de 2010

Lamento colombiano

Perra perra perra vida!!!!
Cómo me perdí esto!!!!!!!!!!!!
Esencia de mi vida, cuna de lo que soy.
Todavía no puedo creer no haber estado ahí, sigo llorando...

Toto

Ahhh, y no es Matalé, es Mapalé!! un ritmo caribeño de origen africano.

Y se baila así:



jueves, 27 de mayo de 2010

El choripán, un mito a desterrar

Desde que llegué a estas tierras australes, siempre dije que en tierra de inventos, lo mejor que habían ideado los argentinos era poner un chorizo abierto dentro de un pan francés; o sea el choripán. Siete años y medio después, lo sigo sosteniendo. Pero en el camino, me he dado cuenta, además, que el 'chori' tiene una connotación social y sobre todo, es símbolo político de quien quiere denostar a los peronistas. Los borregos "acarreados" de quienes se identifican con el que fuera un coronel "tirano", acuden siempre a la concentración partidaria por el 'chori' y la 'coca'. Un lugar común en el que he visto caer desde el opositor más berreta, hasta el más aguzado de los analistas... opositores.
El choripán es símbolo del populacho, la comida rápida y barata del obrero, de la mujer y el hombre que llaman "de a pie", el más callejero de los alimentos.
Influida por esta parafernalia peronista, en estos años cultivé en mi interior el mito del 'chori' en la Plaza de Mayo como una reivindicación, acto tras acto, del movimiento que mejor supo interpretar el interés popular, el derecho de la masa, el reconocimiento del excluido.
Así que, ayer por segunda vez, me fui a la histórica Plaza, no solo a participar de esa aplastante, espectacular e hiper masiva celebración que fue el Bicentenario argentino, convocada por el más peronista de los gobiernos peronistas después de Perón, según los más fanáticos de ellos, que además me hizo sentir un particular orgullo de estar ahí, sino que quise completar la pintura perfecta que ideé en mi imaginario; sentarme al borde de una de las fuentes cerca a la Pirámide de la Revolución y comerme un jugoso choripán de dudosa procedencia.
Y por segunda vez, me encontré  con que, en lo que caminé de la Plaza de Mayo, no había un solo puesto del humilde alimento con el que compran la conciencia de los ingenuos. Quizás, pensé, en uno de esos arranques populistas y clientelares que los caracterizan, los kirchneristas los habían repartido gratis y los dos millones de personas que llenaron calles, plazas y avenidas en un solo día tuvieron el suyo antes que yo.
O también cabe la posibilidad que eso del 'chori y la coca' solo sea la salida fácil de los que prefieren negar que la gente agradece con su presencia a un gobierno que a veces demasiado tímidamente e incluso de manera oportunista en otras ocasiones si se quiere, ha tomado decisiones que han mejorado la vida cotidiana de millones. Decisiones inacabadas, sucestibles de ser mejoradas e imperfectas, pero decisivas, como el traspaso de los fondos jubilatorios a manos del Estado, y que permitió la AsignaciónUniversal por Hijo, medida impactante que disminuyó la indigencia entre un 54 y 68 por ciento, según la región; y la pobreza entre un 13 y 32 por ciento.

Esta última opción me llena de desilusión porque me lleva a concluir que el gran poder 'cooptador' del modesto sandwich, no es tal; y entonces debo trascurrir el doloroso camino de un penoso duelo, el de reconocer, después de casi ocho años, que el del choripán es un mito a desterrar de mi fantasía argentina.

lunes, 24 de mayo de 2010

Un escenario para el periodismo

Hace unos días, en un circunstancial encuentro de colegas que trabajamos en diversos medios gráficos, la curiosidad de saber cómo llevábamos por dentro el actual enfrentamiento entre el gobierno y el Grupo Clarín, nos llevó a una conversación interesante sobre el quehacer diario del periodista, las contradicciones entre nuestra opinión personal y la que teníamos que volcar en nuestro trabajo, y el "no periodismo" que practicamos en ocasiones por darle prioridad a una directriz que a veces no tiene nada que ver con un mandato periodístico.
Descubrimos que nuestras afinidades como trabajadores de los medios de comunicación son más que nuestra concordancia con el interés editorial de la empresa No solo para quienes trabajan en medios cuya línea editorial no comparten, sino incluso para quienes comparten algunas de sus parámetros políticos o ideológicos. Para estos últimos, obviamente hay un grado de comodidad mayor. Pero todos coincidimos en que cruzar ese límite es una cuestión que sale de nuestro poder. Sobre todo porque las empresas mediáticas ahora tienen más en su ADN la impronta empresarial que la mediática. Y así, hoy el dueño puede ser uno, y mañana otro que adhiere su interés a una ideología diametralmente opuesta. Además nuestra elección depende de parámetros tan prosaicos como el sueldo para llegar a fin de mes, en un medio en el que abunda el empleo precario y en negro.

Para mi ese gran enfrentamiento que existe entre el gobierno argentino y ese otro parapoder político que es el grupo Clarín tiene un costado positivo. Para quienes tenemos interés en hacer periodismo en serio, claro. Quiero decir, el periodismo que respete el lenguaje y lo enriquezca. Ese que ofrece elementos para el análisis y herramientas para la interpretación. No el tan común por estos días, que entrega en paquete la interpretación, los juicios de valor y las opiniones dirigidas a "bajar línea"; que subestima al lector/televidente/oyente  y no le permite crear su propio criterio, sino que le impone uno propio.

Creo que estamos en un escenario propicio en el que tenemos la oportunidad única de reacomodarnos y pensarnos como periodistas. Nuestra reafirmación  debe ser horizontal y no en relación con el medio en el que eventualmente trabajemos. Pero para eso debemos hacer el esfuerzo de resistir la identificación con nuestra "medio patrón". Si queremos ofrecer información que ayude a crear criterios propios, tenemos que solidificar el propio.

En fin... esto iba solo a ser una introducción para recomendarles la columna de hoy de Eduardo Aliverti, que me recordó la conversación que tuve hace unos días y que lo dice mucho mejor que yo. Aquí: Entre nosotros.

domingo, 23 de mayo de 2010

Una noche en Río

Ya iba por mi cuarto pincho de unos carnosos camarones que no veía desde que había estado en Colombia. Feliz alrededor de la mesa del bufé, no me importaba esta vez parecer la típica periodista "sanguchera", como dicen en Buenos Aires. Era mi cuarto pincho y mi séptima u octava vuelta alrededor de la tropical oferta gastronómica. Río me estaba ofreciendo papaya, guayaba, queso fresco al estilo "paisa", buen café en el desayuno; y camarones y al parecer una sorpresa que me iba a ser adelantada como primicia en segundos, en una noche sin nubes en la que se veía la iluminada bahía de Guanabara desde el Pán de Azúcar.

- Esta gente se vino con todo! No te imaginas quien viene para el show de media noche...
- ¿¡...!?

El aire de mar un poco fresco, buen pretexto para justificar las mejillas sonrosadas, el cabello revuelto y la sonrisa ligera, hacía que me sientiera en una película donde la heroina terminaría haciendo algo de lo que se arrepentiría al siguiente día. Personas que parecían ser de la "high society" carioca y paulista eran el toque "chic", mucho brillo, tacón alto, minifaldas, escotes, cámaras, fotos con famosos ignotos alrededor, meseras con canapés exóticos y otros no tanto.
 
- ¿Ya fuiste por una caipirinha?
- Esta es mi segunda 'sakirinha'...
- ...
- Cambié la cachaça por sake, está buenísima...


Sin perder mucho tiempo, mi personalidad "sanguchera" había llegado ya dos veces a otra mesa, en donde dos muy bien plantados cariocas, con mucho ritmo y destreza preparaban caipirinhas, mis recién bautizadas 'sakirinhas' y otras bebidas espirituosas (alabadas sean!...) con maracuyá, fresa, carambolo, piña y alguna otra fruta que ya no recuerdo.

Y aunque Dioniso se apoderó de mi espíritu y los recuerdos de playas caribeñas y noches de insomne felicidad casi lo saturaban, algunos restos investigativos quedaban.

- Y... ¿me vas a adelantar quien se presenta esta noche?
- ...mmm, es que es una sorpresa...
- A quien le voy a contar yo... dime...

Y tan bajito, bajito, que entre la música y el ruido casi no entiendo (hubiera sido lo mismo) me dijo como gran revelación Yvete Sangalo...

- ... ... ... cric cric

Las dos 'sakirinhas' ya habían hecho su efecto, porque sin pudor pregunté lo que parecía era casi un sacrilegio:

- Aaaajá... Y esa, ¿quién es?

Una mirada desconcertada antecedió a una paciente explicación de qué significa Ivechi para la música brasileña actual... Más importante que lo que significó Daniela Mercury en su mejor momento, me explicaron. De esa última, al menos, había escuchado hablar alguna vez.
El pobre sentía que había quemado "pólvora en chimango". Decirle después que el espectáculo había sido aplastante, que me pareció que la bahiana se comía el escenario y que los bailarines que la acompañaron obnubilaron mi visión e inspiraron mi posterior desempeño en las pistas, no sirvieron. No pudo dejar esa mirada de conmiseración que me dirigía cada vez que mencionábamos a Ivechi.

Mi amiga a la que le regalé el DVD de cortersía que encontré despúes, esa noche, en la habitación del hotel, fue un poco más cruda a la hora de expresar su mezcla de "no lo puedo creeeeer" porque Ivete fuera el show de la noche y de la evidente poca conciencia que tenía yo de lo que había presenciado.

Y aquí, en mi espacio, declarando mi ignorancia musical brasilera, pregunto ¿queda mal confesar que el pincelazo brasilero que aprecié esa noche no me mató? Brasil quedó en deuda conmigo.


lunes, 10 de mayo de 2010

Divagaciones de domingo

Cómo cuesta empezar. En esto de escribir digo, que es más oficio que inspiración. Domingo en la noche y lo único que quiero es tirarme en la cama a leer y dejarme llevar por el cansancio y el sueño. Depende de la lectura, claro. Últimamente me peleo con los ojos; ellos quieren claudicar y yo los obligo a seguir las palabras en el papel.Una lucha perdida.
Trabajo cuando muchos sufren el síndrome del domingo por la tarde. Por suerte no hay síndrome de víspera en otros días de la semana. Me ahorro la melancolía. No hay transición, solo ocio; y de sopetón... trabajo.
Decía, esta noche quisiera solo abandonarme a otras realidades, las que encuentro en páginas llenas de eso que Grijelmo llama "la seducción de las palabras". Siempre es mejor sumergirse en realidades ajenas. En todo caso es más fácil. Yo también quisiera construirlas, pero nunca estoy trabajando cuando la inspiración me sorprende, como aconseja alguien que creo es un escritor famoso. No recuerdo quien. ¿Y si trabajo y trabajo esperando que llegue? La inspiración, digo. ¿De dónde saco la vida entonces para inspirarme?.
No se qué día me sorprendió en el escalador del gimnasio. La inspiración.Ya no recuerdo qué musa iluminó mi mente; o sobre qué, mejor dicho. Pero era brillante lo que se me ocurrió. Eso sí lo sé. Lástima que despúes no lo recordé. Me pasa por no haber estado frente a la pantalla del computador o al menos frente a un papel en blanco, a la vieja usanza. Pero el gimnasio me hace bien. Alimenta mi búsqueda hedonista, la confianza para otro tipo de seducciones, tan necesarias para la vida. Un dilema.
Pero esto es oficio y disciplina. Así que le saco un rato a la noche, al placer de la pereza y a la seducción de palabras ajenas; y divago entonces, por disciplina, solo para comenzar de una vez por todas.